sábado, 24 de marzo de 2012

Lie to me...


Entre las cosas que no gustan y con las que hay que aprender a vivir, está La Mentira y en particular la mentira que viene de quienes nos importan. Definitivamente es un tema heredado, pues recuerdo cómo a mi madre siempre la mentira se le hacía intolerable viniendo de aquellos en quienes más confiaba. Y es que es más fácil lidiar con la mentira que proviene de quienes poco nos importan. Pero aprender a vivir con ella no quiere decir tolerarla necesariamente, sino que sabiendo que existe, sortearla positivamente tratando de que sus efectos no nos trastornen. Para ello hay que entender qué es y qué la motiva.

Con lo poco que me gusta ponerme a pensar, no me propongo disertar sobre esta materia y mucho menos pretender que no miento; sólo compartiré parte de lo que he encontrado sobre ese “interesante” tema con el que vivimos a diario, como vivimos con un sinfín de otras incómodas cosas.  Ahora que digo que yo también miento, recuerdo la famosa paradoja de la mentira de Epiménides, legendario poeta filósofo griego del siglo VI a. C. a quien se le atribuye haber estado dormido durante 57 años, aunque Plutarco afirma que sólo fueron 50  (diablos, no sé quién es más mentiroso, pero al menos uno de los dos miente por 7 años más que el otro). Pues, volviendo a la paradoja, Epiménides el cretense afirmó que todos los cretenses no hacían más que mentir ¿?.

Filósofos, psicólogos, sociólogos, poetas, políticos, abogados, curas y hasta santos han escrito  sobre ello y resumiendp lo que entiendo, se miente cuando se dice algo sabiendo o creyendo que todo o parte de ello no es cierto. De acuerdo con esto, al decir algo falso pero sin saber que lo es, no se está mintiendo. Para algunos, callar la verdad puede considerarse también como mentir. Parece igualmente haber consenso en que se miente para evitar el costo que la verdad, de saberse, nos traería. No incluye esto último la mentira jocosa, que se hace con intensión de burla. 

Santo Tomás definió tres tipos de mentira: la jocosa, la oficiosa (para el beneficio propio o ajeno) y la dañosa (con intención de perjuicio). Por su parte, San Agustín rebuscó más en la clasificación definiendo 8 tipos: 1) las de la enseñanza religiosa, 2) las que hacen daño y no ayudan a nadie, 3) las que hacen daño y sí ayudan a alguien, 4) las que surgen por el mero placer de mentir, 5) las dichas para complacer a los demás, 6) las que no hacen daño y ayudan a alguien, 7) las que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien y 8) las que no hacen daño y protegen la "pureza" de alguien. Se conocen también las llamadas “mentiras blancas” –las que se dicen a los niños- y las mentiras piadosas – las que se dicen a los enfermos-.

Al parecer, una persona normal dice en promedio tres mentiras en una conversación de diez minutos, según se determinó en un estudio de la Universidad de Southampton, Reino Unido. Así que normales somos, pero a la cuarta empieza a preocuparte. Lo que sí es cierto es que la mentira tiene patas cortas y siempre, siempre se descubre. Recordemos entonces el tonto papel que hacemos cuando mentimos. Y no es tan difícil entender el porqué: para sostener una mentira, no sólo hay que tener una gran memoria, sino una creatividad y coherencia tal que permita hilar todas las posibles historias colaterales de forma que las contradicciones no la terminen develando. 

Un completo artículo acerca de "Cómo detectar mentiras" puedes encontrarlo en este enlace, pero a continuación  unos breves tips que parecen ayudar:
  1. Repetir la pregunta en la respuesta
  2. Tocarse la boca o el cuello
  3. La sien perlada
  4. Los ojos fijos
  5. Justificarse innecesariamente
  6. Tragar saliva
  7. El alivio de la retirada


Finalmente, dejo unas frases sacadas de aquí y allá relacionadas con la mentira:                        
  • La verdad duele, pero la mentira mata.
  • La primera vez que me engañes será por tu culpa, la segunda será por la mía.
  • La mentira es un fantasma que nunca te dejará en paz, mientras sólo tú sepas la verdad.
  • El mentiroso es aquel que es incapaz de afrontar la realidad.
  • No me molesta que me hayas mentido, lo que me molesta es que ahora no puedo confiar.
  • Quien siempre dice la verdad, puede permitirse tener mala memoria.